sábado, 2 de octubre de 2010

Impulso Asesino

Mi cuaderno musical de Bach. Para agrandarla, dar click en la imagen.

Tuve un impulso asesino. Entonces las ganas no me faltaban, sólo el arma.

A veces dibujo, sobre todo cuando no tengo otra defensa de mí misma.

Luego llegó la calma. Pero el impulso en ocasiones, persiste.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Amar en ayunas: Cien años en la UNAM.

El gastado alegato de quienes dicen que saben es que el desayuno es el alimento más importante del día. ¿En qué consiste el alimento primero que lo hace tan importante? Yo siempre fui a la escuela en las mañanas y no hubo una sola en que haya llegado a la primera clase –todas comenzaron religiosamente a las siete de la mañana- con algo más que unos sorbos de café y un cigarrillo.

La historia de mis ayunos escolares comenzó en 2003, cuando entré a la Escuela Nacional Preparatoria: la número seis, la de Coyoacán. Mi mamá ya no se desgastaba en discusiones de tercos: no habría de desayunar ni sortear mis ascos matutinos aunque el yogurt fuera del sabor más exquisito o el cereal tuviera azúcar.

Y es que sólo con la panza vacía tenía la certeza de estar recibiendo –amén de la cursilería que estoy a punto de pronunciar- el alimento preciso de los siempre hambrientos: la clase de física o la de Lógica en cuarto año; la de Etimologías o Literatura Universal en quinto; la hermosa clase de problemas sociales de México o de Sociología en sexto. Pasado el trance, entonces sí ya me podía empacar un sándwich, unas burritas o cualquier golosina con un café del Jarocho.

Poco importaba la densidad de los caminos para llegar a las clases, ni la espesura de la madrugada postrera que amanecía siempre en el salón de clases, el insomnio impuesto de los estudiantes, o la prisa perpetua que padece el que asiste a la UNAM, ya en su modalidad de bachillerato o en la licenciatura.

Recuerdo con una felicidad casi absoluta todo lo vivido en esa escuela, con todo y su positivismo metódico que ve ciencia a la vuelta de la esquina: empezaba entonces mi carrera como universitaria y nada me entusiasmaba más que alimentarme de ideas por las mañanas en la escuela, embriagar mis sentidos de lecturas incesantes por las tardes y la prisa de terminar la tarea por las noches.

Con todo, nunca fui una buena alumna. Llegado el momento de escoger licenciatura y campus, mis inconsistencias en la preparatoria prolongaron mis caminos de Coyoacán hasta el mismísimo municipio de Netzahualcóyotl: el papel era irrefutable: estudiarás en la FES Aragón y hazle como quieras.

Es este momento del relato y su ubicación en la línea del tiempo son lo que pretenden darle sentido a este post. Si usted cree que hablaré de la grandeza de la Universidad Nacional Autónoma de México sustentado en el preludio cursi que hice sobre mis épocas preparatorianas, mejor deje de leer. Seré merecidamente cruel como lo ha sido mi historia en la época de la licenciatura.

A Aragón también llegaba irremediablemente en ayunas, a correr por los pasillos con torpeza y en ocasiones no llegar a tiempo por que el metro se venía parando u otros accidentados sucesos en el camino.

En Aragón hubo veces en me quedé con hambre, porque al profesor en turno le venía en gana no llegar a la escuela sin siquiera pretextar excusa alguna o porque mi espíritu llegó a prescindir de esos mendrugos de desayuno que me daba en sus salones: comparado con lo que había vivido en la prepa y las portentosas voces que me llenaban el alma, nada podía saciarme, mucho menos los desplantes despóticos de ciertos individuos que ostentan el titulo de universitarios para ocultar su monstruoso traje de mediocridad.

En tercer semestre, sucumbí: confieso que soy una desertora de la Universidad, la misma que hoy todos elogian a cien años de su fundación como la casa de estudios nacional. Me fui, me fui, me fui… dolorosamente huí de los rumbos aragoneses. Si regresé fue porque me fui a otra universidad que me estaba matando de hambre y fustigándome con superficialidades y atenciones gazmoñas. Regresé también a que me lapidaran hasta hoy bajo el yugo de la indiferencia.

No hablo sólo de la larga distancia que tengo que recorrer para llegar a la que hasta hoy ha sido mi escuela, sino el desinterés y el olvido que se vive. Argumentarán las autoridades que los alumnos de las instituciones descentralizadas de Ciudad Universitaria reciben la misma atención, pero mi experiencia dice lo contrario.

Quienes hayan compartido aulas conmigo, particularmente en la carrera de Comunicación y Periodismo no me dejarán mentir: uno pierde cualquier mendrugo de ánimo al llegar a un salón que lleva días sin que una mano perezosa pase de mala gana una escoba para quitar un poco del polvo fino que cubre a las escuelas; cuando un cúmulo de desechos estudiantiles se posa nauseabundo, asqueroso y hediondo en alguna esquina del aula o cuando tienes que deambular por todos los pasillos buscando un baño con agua para ponerle fin a las necesidades, producto final de un vaso gigante de café que tomaste en la mañana para despertar a tu cruel realidad: salones sucios, instalaciones descuidadas y sanitarios sin agua.

Pero tampoco puedo ser ingrata con la FES. En sus pasillos encontré profesores tan sabios como generosos y alumnos tan dedicados como brillantes, menos frecuentes, eso sí, pero refulgentes en el lecho seco de un río que se empeña en fluir pese a la precariedad.

Aquí, con mi hermano Francisco en la escuela, casi al final.

Celebro sí, los cien años de una institución pública con inconsistencias y deficiencias que he vivido desde adentro y que aún hoy tengo que padecer por no haber concluido mis créditos y con toda la legitimidad que me da el ser alumna. Mala alumna, tal vez, pero preocupada después de todo, por mi alma máter.

Enumero los defectos de mi facultad, no con el ánimo punitivo de quien quiere joder a sabiendas de lo recibido, ni tampoco por empañar el esplendor de las fiestas centenarias de mi universidad. Escribo este post porque sé lo que es amar en ayunas a la Universidad Nacional Autónoma de México.

Es amar a la universidad no desde el centro -en C.U.-, pero sí desde muy adentro en Aragón; amar a la universidad aunque su trato en la licenciatura no haya sido más que de indiferencia; amar a la universidad como es y no como la que nunca ha sido. Amar a mi universidad porque me alimenta el espíritu estando en ayunas, aunque calle lo que la raza pregona.




P.S. Este post no concluye aquí, porque hablamos de universalidad. Comenten, deshagan mis argumentos, hagan el favor de comerme viva.

miércoles, 14 de julio de 2010

La importancia de llamarse Darinka

Soy hija en línea directa del futbol. Habiendo finalizado la euforia mundialista inmediata y quedándonos apenas con las cenizas de una apasionada aunque insípida Sudáfrica; vengo a contarles una bonita historia futbolera, digna de ser comentada como curiosa anécdota en el medio tiempo.

Tuve la gracia de nacer justamente un año después del mundial de 1986 en México. Todavía sonaba esa alegre cantaleta: “El equipo tricolor tiene mucho corazón y en la cancha lo demostrará…” en voz de una jubilosa pandilla que hacía poco con la garganta y menos con los pies. 



Desde ese entonces ya estaba marcado mi destino. Quiso el acomodo de cromosomas que naciera mujer y la disposición de los días que naciera en junio. Karen ya me llamaba desde antes de que naciera, el problema a debatir al interior de la familia era cuál sería el segundo apelativo de ese bebé que ya tenía nombre en caso de nacer, como finalmente terminó siendo, una niña.


Primer tiempo: conociendo la cancha

Tuvo mi papá la tremebunda idea de nombrarme Karen Elizabeth… (Este es un buen momento en el relato para espeluznarse). ¿Qué cómo fue que pensó llamarme de ese modo? Supongo que es fácil si nos trasladamos al pensamiento de un hombre de veintiún años viviendo las postrimerías de los ochentas. 

Y un día (porque en todo buen cuento siempre llega el día) llegó mi tío a la casa con una sonrisa en el rostro y una hermosa propuesta para nombrar a su recién llegada sobrina. 

Darinka dijo, y al unísono todos respondieron con un largo “¿cómoooo?”. Darinka repitió y la familia entera preguntó nuevamente mientras se rascaban la cabeza de dónde había sacado semejante mote tan singular, insólito y hasta pasado de ordinario.

La explicación es tan fácil como cómica, justificada tanto por la época como por las circunstancias y los personajes de esta historia. Aficionado histórico del futbol como muchos millones más en este país, devoto americanista y siempre atento a los resultados de cada torneo, mi tío no fue ajeno a ese mosaico de historias en torno al mundial en 1986.

Sepa usted que el director técnico de aquél equipo tricolor era ni más ni menos que el yugoslavo Bora Milutinović, ese simpatiquísimo individuo quien fue además jugador en los Pumas de la UNAM. Pues bien, ese hombre tiene una hija y se llama Darinka. Mi tío lo escuchó de la misma boca del entrenador en alguna entrevista y le pareció un magnífico apelativo para su recién nacida sobrina. Tan-tan; he ahí la explicación.

Aquéllos curiosos que se han interesado en conocer la historia nominal de quien suscribe estas palabras, siempre suponen de antemano que fue un nombre escogido con premeditación poética y reflexionado no sólo por la disposición fonética, sino pensado además con sumo interés del significado de éste. ¡Qué va! Me llamo Darinka y es un nombre ciento por ciento futbolero. 


Segundo tiempo: La democracia empieza en casa

Si usted se pregunta por qué fue mi tío quien me nombró y no mi papá, sus cuestionamientos están firmemente sustentados en una tradición histórica corriente. Naturalmente mi padre hizo un respingo al escuchar al osado que quiso llamar de modo tan extraño a su única hija.

El Karen ya era inobjetable, así me llamaban todos y punto; lo siguiente fue una breve pero sustanciosa discusión por el segundo nombre. Que si Karen Elizabeth o Karen Darinka… hasta pensaron en registrarme con los tres nombres: Karen Darinka Elizabeth, todo un espanto desde que son tres y ya se sabe que quien tiene tres apelativos se debe casi siempre a que no hubo un cordial acuerdo en casa y todos metieron su cuchara.

¿Cómo decidir, entonces? Diríase, como en cualquier partido de futbol, que un volado es la forma más democrática de decisión o la técnica comodina de dejar en manos del azar lo que no somos capaces de determinar. Si usted piensa que lo dejaron a un volado, cae usted en un segundo o hasta un tercer error. Lo cierto es que se lavaron las manos y le dejaron la responsabilidad ni más ni menos que al azar más ocurrente del que pudieron echar mano.

Un juego de poker fue el accidentado comisionado de escoger mi nombre. Y ya sabrá usted quién ganó…





Tiempos extras: de la mano de Dios a sus regalos

Yo no supe qué significaba mi nombre hasta hace algunos años. Mi tío sabía, claro está, pero nunca se le dio la gana decirme. Darinka significa en yugoslavo regalo de Dios. 

Veintitrés años y seis copas mundiales después sabemos que Yugoslavia ya no existe con ese nombre sino con el de Serbia y su perpetuo Belgrado; que la mano de Dios apareció en el mundial del 86 en el estadio azteca y que el regalo de Dios (supuestamente) cayó en mi casa un año después.

Pero Dios es mucho menos frecuente que otras diabólicas apariciones. Y en este caso, quién sabe si fue una mano de Dios o del diablo la que hizo ganar a mi tío ese juego de poker y por la que me llamo como me llamo. 

Así que me llamo Darinka y le voy a los Pumas. 

viernes, 18 de junio de 2010

El terrible vicio de subrayar los libros.



Días como éstos, envueltos de espesas nubes y amenazando siempre lluvia, son propicios para el recogimiento. Días como éstos, justamente hace unos siete años, cuando apenas iba en prepa y la lluvia me escupía sus verdades como dolorosas agujas en la nuca, cayó en mis manos el primer libro de José Saramago: El Hombre Duplicado rezaba aquella reseña en el periódico días antes de que vinieran a regalármelo envuelto en papel estraza y sin moño.

Quién sabe entonces por qué me empeñé en conseguir un libro del que no tenía mayor certeza que lo que algún desconocido habría escrito en esa lacónica brevedad casi obligatoria del apartado de libros en los diarios.

Lo recuerdo entonces, por ser el primero y por cómo me embelesó al grado de devorar ulteriormente unos diez libros del mismo dichoso autor. Hago esta referencia no con un vanidoso afán de presumir cuánto he leído, porque en el mismo empeño se me puede ir la boca; sino como la observación más humilde que se puede hacer a quien escribe: lo he leído por largas horas, he visto con sus ojos, se me ha enredado el pensamiento tras las palabras, he cargado su nombre en la mochila.

Hoy desperté con ese sobresalto incierto de la muerte distante. La noticia llegó a mi celular, lapidaria y fulminante: Saramago se fue. El remitente es un ser tan amado como inoportuno... Qué modo de despertar ha sido éste… Supongo que lo mandó a sabiendas de mi gusto, ese que se volvió casi un disgusto al saberlo muerto.

En un pasado aún más lejano de cuando comencé a leerlo, cuando aún medía metro y medio y asistía a la primaria, mi mamá y yo nos encontramos a Saramago en el Zócalo a la llegada de los zapatistas. Creo que tenía como diez años en las postrimerías del siglo ese y no tenía ni idea de quién era aquel señor de abundantes y despeinadas cejas. Y al verlo, mi mamá se acercó y fuimos las primeras y las únicas en recibir su firma en un ejemplar especial de la revista Proceso. Supongo que al verme tan pequeña tuvo un gesto de amabilidad medio indiferente, vayan ustedes a saber. Y mi mamá me regaló el ejemplar desde entonces y no conocí su escritura sino mucho después. Hoy guardo esa firma como la prueba fehaciente de que un día me lo topé; pobre niña frente a tamaña personalidad.

Detalle de mi autógrafo de José Saramago



***

Pocas veces he tenido este vahído sulfuroso de cuando muere a quien se lee. Casi todos los escritores que admiro de antemano los sé muertos; así me evito tener que escudriñar en la memoria aquéllas cosas que me legaron y que por natural consecuencia, se ven reflejadas en estas palabras.

Y me he topado, claro está, con un cúmulo interminable de elogios y críticas. Pero por muchos juicios contrarios que pude llegar a leer, mi afición por sus textos nunca disminuyó. No podría renegar de aquél que me hizo gastar tantas horas de modo tan apacible e hizo de una maraña de letras en los ojos, un panfleto de dichas encuadernadas.

Bien podría tapizar este post con un montón de sentencias del portugués, porque soy tremendamente mal educada y tengo la infausta costumbre de subrayar (con lápiz, justifico) los enunciados que me vienen en gana. El triste hábito de la torpe memoria, supongo. Recuerdo que leí en uno de esos libros, hoy no recuerdo bien cuál; a Saramago diciendo que subrayar los libros es decir “fíjate, hombre: aquí hay algo importante”.


***

Inhumano es no opinar, porque opinando y sólo opinando se oponen los pensamientos. Fue una de mis grandes influencias, aunque no en pocas ocasiones estuve en desacuerdo. Y no recuerdo momento en que no tuviera opinión.

Hoy aquí, con este embargo acumulado que traigo desde quién sabe cuándo, pensé también que me hace falta un perro que enjugue mis lágrimas. Y se me acumuló esto…

Me faltó conseguir su libro de poesía, ese que nunca pude comprar por barato. Y me faltó terminar Caín porque lo dejé a medias por descuidarme en la vida. Y me faltó hacer un par de reseñas más sustanciosas de sus libros.

Y me faltó también memoria para recordar un poco más. Pero ya afilé mi lápiz para seguir con esa exasperante manía de subrayarlo… es que no encontré mejor modo de evocarlo.

q.e.p.d.

sábado, 5 de junio de 2010

Las luces que no se extinguen.


A los niños fallecidos el 5 de junio de 2009 en el incendio en la guardería ABC en Hermosillo
A los niños que sobrevivieron.
A los que nos quedamos.




Ciertas heridas no cicatrizan pese a la indiferencia más monstruosa.
La luz de esos espíritus, los que se extinguieron y los que persisten;
el fulgor de quienes ya no están llegó hasta esta ciudad.

El olvido ha puesto un semblante institucional de indiferencia oficial,
de insensibilidad gubernamental y desdén burocrático.

Pero hay quien los conserva en la memoria,
como trozos de dicha que se ha ido,
como quien sabe que el cielo aguarda
y en la tierra habrá quien no guardará silencio.

Por ellos, por los niños de Hermosillo.
No hay una despedida, sino un recibimiento eterno en el corazón.

Son éstas las cosas que no deben de olvidarse.
Son éstos los sucesos que no deberán de repetirse.

Y aunque estamos en apariencia distantes
nos une la misma sed. De justicia. De Paz. De sosiego.

Para ellos. Por ellos.


Vigilia por los niños del ABC. Ángel de la Independencia. Ciudad de México.

lunes, 31 de mayo de 2010

Nocturno ciclista: la alegría de una rodada noctámbula



Las mejores celebraciones suceden de noche. El ánimo festivo suele tener una delicadeza única cuando es nocturna y la alegría se multiplica a un exponente casi infinito: conducirse de noche en bicicleta, por las calles del centro con una ligereza inusitada, la magia de quienes se dejan conducir bajo las estrellas por el puro placer de celebrar años de rodadas diurnas. ¿Cómo evitar el guateque sobre ruedas cuando ya los relojes han comenzado a bostezar?

Comenzó desde las ocho, pero para el empecinamiento propio de una desvelada sin remedio, las ocho aún siguen siendo horas que tienden su vela hacia la tarde. Llegué al filo de las nueve y media a las calles del centro, colmadas de ciclistas de formas tan variadas como las estrellas consteladas de júbilo. Y había estrellas y había luna, con todo y que la gruesa capa de humo sobre la ciudad apenas si las dejaban asomarse.



Pero mis mejores estrellas fueron los amigos que me fui encontrando en el camino, amigos que hice mientras rodaba, compañeros del pedal, amistades inconmensurables: Ernesto, de Bicitekas y Cuauhtémoc, el ckuate.

¿Quién mejor que ellos pueden relatarme la alegría de rodar de noche? Bicitekas tiene la saludable costumbre de salir cada miércoles a pedalear por las calles en un intento loable y amable de establecer un espacio en las calles para los no motorizados. Yo, por vulgares cuestiones de trabajo y falta de tiempo no he podido ir con ellos, pero ya estoy planeando un escape…

Y al andar, con la noche en los ojos y un ímpetu armonioso en los pies, Ernesto y yo platicábamos sobre la posibilidad de un Critical Mass en las calles del centro. Si bien se han hecho algunos en la Ciudad de México, aún no se ha logrado la convivencia armoniosa entre automovilistas y ciclistas por viejas rencillas y rencores añejos. Pero sepan bien que por ese insensato juego de ver quién gana más espacios en las calles o quién es más poderoso en ellas, muchas vidas se han perdido… lo malo es que el ciclista, por su condición, es más vulnerable a salir herido.

***

Regresemos a las alegrías, que para eso he regresado a este lugar. El recorrido fue breve, pero bastante sustancioso: 2.2. kilómetros de calles vacías. No hay caminos demasiado cortos para los espíritus apasionados y vehementes.

La iluminación de los edificios y la suavidad con la que se dibujaban sus sombras me hicieron recordar Guadalajara y la única ocasión que anduve de noche en bicicleta por unas calles que fueron mías por el simple hecho de haberlas recorrido con tanta pasión.

Y es que sólo así, andando y desandando, sucesivamente o en pausas; podemos construir la ciudad sin ese torpe afán de poder ciego al querer controlar las calles. Sea diurno o nocturno, trasnochado o madrugador, el camino es de quien lo anda, ya a pié, en un par o en cuatro ruedas… todos tenemos el mismo derecho de conducirnos por ellas.

De noche celebramos, de noche dormimos. Y así, andando en bicicleta nocturna, soñamos el sueño de una ciudad que sabe conducirse con equilibrio por el mundo.

¡Feliz, feliz!

P.S. El semestre casi ha terminado. Sírvase de entender este texto como el parteaguas de otros que vendrán a raíz de más horas de sueño y menos de clases. Aquí andaré respondiendo comentarios y demás... o en twitter, como usualmente. ¡Besos a todos!

lunes, 1 de marzo de 2010

Y de la bicicleta nació la luz

Nada se compara al simple placer
de un paseo en bicicleta.
John F. Kennedy


Texto publicado en el blog de Taller de Prensa III de la FES Aragón

Sólo a golpe de pedal se puede abrir un camino. Mucho más, cuando el camino se tiene que abrir paso entre las tinieblas de la ceguera: es andar a ciegas… montado en una bicicleta.

Organizado por el grupo de ciclistas urbanos Bicitekas y las organizaciones ciudadanas Contacto Braille y Muévete por tu Ciudad, Paseo a Ciegas tiene el propósito de conducir de manera segura a personas con discapacidad visual en un paseo en bicicleta para personas que han perdido la vista.
En punto de las nueve de la mañana comienza la ventura del itinerario, siendo el punto de reunión la glorieta de la Diana. Armados con una carpa, seis bicicletas tándem y herramientas de compostura ciclista, diez miembros Bicitekas esperan la llegada de ellos, los viajeros sin luz.
El primero en llegar es Ricardo García Escalera, invidente de 60 años, quien no tuvo que esperar demasiado para que uno de los choferes lazarillos emprendiera la marcha a la vanguardia de la bicicleta doble. Antes de salir se le dan unas breves instrucciones al paseante y a la cuenta de uno, dos y tres… se lanzan a la aventura sobre ruedas.

Aprendiendo a andar en bici tándem


Conducir una bicicleta tándem no es difícil, pero tampoco es una tarea sencilla. Ernesto Corona, integrante de Bicitekas comentó en entrevista que para llevar a cabo este proyecto tuvieron que dar entrenamiento a los choferes. “En realidad empezamos a organizar todo esto desde mediados del año pasado con cursos de sensibilización y prácticas para que todos aprendiéramos a usar bien las bicicletas tándem; pero se nos fue el tiempo y decidimos empezar en enero” comentó.
La experiencia del paseo a ciegas se vive desde ambos asientos de la bici. El primer paso es volverse ciego por unos instantes. A oscuras, prescindiendo de la luz con una pañoleta en los ojos, se debe de montar la bici y arrancar según las instrucciones de tu guía. El camino es otro cuando se deja de ver: las vueltas, la trepidación del camino y el acto de pedalear y frenar son acciones que pasan de la simpleza de la cotidianidad a una penumbra vertiginosa. Quien conduce, además de volverse los ojos del viajero, es su guardia.
El segundo paso es manejar la bicicleta, de primera instancia con alguien que puede ver, a modo de entrenamiento. Hay que prevenir al paseante de los baches, advertirle de las vueltas y de los frenos. Asimismo, el chofer puede describir el entorno: el contingente de policletos o los niños jugando carreritas; el murmullo de una clase de zumba o la afluencia de ciclistas en el camino.

A rodar el camino
Del mismo modo que los conductores recibieron adiestramiento previo, quien pasea en el asiento trasero debe conocer las dimensiones del vehículo. “Hay personas que perdieron la vista en su vida, pero las conocieron; hay otros que nacieron con esta discapacidad. A ellos se les debe de presentar la bicicleta, porque nunca la han visto” comentó Ernesto.
En el primer grupo se encuentra Jorge Pulido, presidente fundador de Contacto Braille. “Cuando yo veía, de niño, la bicicleta era uno de mis pasatiempos favoritos. La independencia de andar en bicicleta, la velocidad, el viento y la libertad… es insustituible.” Él perdió la vista a causa del glaucoma a los trece años. Ya en su etapa adulta, cuatro años atrás decidió dar un paseo en bicicleta con sus amigos valiéndose de las bicicletas dobles. Así nació Paseo a Ciegas: del deseo irrefrenable de libertad pese a las limitaciones.

Caso aparte se encuentra el pequeño Humberto, de tan sólo diez años, quien nació con discapacidad visual. Llegó de la mano de su mamá y fue Amaranta, biciteka también, quien le mostró la bicicleta que habría de montar, recorriendo el asiento, tocando los pedales, y reconociendo el manubrio con las manos. Y a la misma cuenta de tres, Humberto iluminó los ojos de quienes lo miraron con su sonrisa.




La limitación primera: el hombre

De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), en México, un millón 795 mil personas tiene alguna discapacidad, 26% de ellas visual. Considerada por organismos internacionales como la segunda discapacidad más inhabilitante, la baja visión afecta a 467 mil personas en Nuestro país, de un total de poco más de 700 mil discapacitados visuales.


Pero el primer obstáculo para ellos no es su ceguera, sino la de los demás.

Este domingo fue particularmente difícil poder rodar por Paseo de la Reforma para los ciclistas ciegos y sus choferes lazarillos debido a la grabación del filme “Espacio interior”, para lo cual establecieron su locación a mitad de la avenida.

Miembros de la Secretaría de Gobierno del Distrito Federal trataron de impedir el paso a cualquier ciclista por la avenida y obligaban al paso por la banqueta, violando así la Ley de Tránsito para el ciclista, el cual establece que no se puede andar en bicicleta por las aceras.

Encarando a los ciclistas, tres representantes del GDF –cuyo nombre no quisieron revelar- se presentaron en la carpa para advertir de modo prepotente que no podían circular por el tramo de Reforma que comprende de la glorieta de la Diana al Ángel de la Independencia.

-No vas a pasar por ahí - sentenció amenazante el empleado.
-Vamos a pasar por ahí, porque es espacio público –argumentaron los Bicitekas ante la afrenta.
-Están grabando la película…
- Tú estás completo, tienes todo. Ponte a pensar lo que es no poder ver, vivir hasta casa del diablo y que una sola vez te dieran la oportunidad de andar en bicicleta y que una bola de güeyes te digan ‘no, no puedes pasar porque vamos a filmar en espacio público’. Y no nada más somos nosotros, todos. –replicó Ernesto Corona.

Y terminó la discusión, pero impidieron el paso finalmente, cruzando vallas metálicas de un lado a otro de la calle, finalizando tristemente el paseo dominical.

De cegueras sabe bien Ricardo García, quien tras haber concluido su recorrido comenta que incluso el arribo a Reforma es complicado. “Hoy es la primera vez que vengo, pero llega uno de verdad a ciegas, porque no hay nadie que nos sepa decir dónde está ubicado el paseo”.





Este cuento no ha terminado…
El camino no se cierra aunque el camino esté cercado, y eso lo saben bien los integrantes de Paseo a Ciegas. “La siguiente semana estaremos aquí, como hemos estado siempre, exigiendo que los espacios públicos sean para todos: autos, bicicletas y peatones” señaló Rodrigo, biciteka también desde hace dos años.

Este proyecto inició con apenas dos bicicletas tándem y hoy, gracias a la contribución de grupos ciclistas como Tlatilkas, Bicirrosis y Bici Cerdos, ya son seis los vehículos disponibles y diez choferes capacitados para pasear a cualquier discapacitado visual de manera gratuita.

Cada una de las bicicletas dobles oscila en un precio de 4 mil a 7 mil pesos en el mercado, siendo las más caras las más funcionales por tener un cuadro bajo, para uso más seguro de ciclistas de baja estatura.

Para continuar, además de bicicletas, choferes y paseantes, requieren visión: la de aquéllos que, capacitados para ver el mundo, tengan también los ojos bien abiertos para observar las necesidades de una minoría: los ciegos, que también son humanos y también andan en bicicleta.


http://www.contactobraille.com/

http://www.bicitekas.org/

http://www.muevetextuciudad.org/

sábado, 27 de febrero de 2010

La insoportable brevedad del tweet

1. Al buen entendedor…
Es el diablo. Prescinde del sueño, se crispa, se alimenta de sí mismo… Es el artificio del rumor, brevísimo cuentacuentos, hacedor de aforismos, sentencial y contundente. A algunos pusilánimes, hasta miedo les da y otros igual de imbéciles ya lo creen en crisis.

Una porción significante de personas dilapidamos nuestras horas en tuitah; algunos por ocio, otros por razones mucho más encomiables.

No es gratuito el descuido de una de mis bicicletas, este blog caído en desuso por la ociosidad de ésta, su dispersión con patas, quien suscribe estas palabras para contarles cómo se ha gastado las madrugadas en twitter.

En ese inmerso salón que es el timeline, donde confluyen la sensatez y la trivialidad para tomar café, hacen falta sólo 140 caracteres. En ellos se suscriben vidas y murmullos, tratados en fragmentos y fotografías encriptadas, poemas como mariposas y secretos en clave de fa.

Escritura lacónica y festín de brevedades. Es twitter.

Aunque de pronto sentí la imperiosa necesidad de volver a mi vieja bicicleta tras dos meses de merecidas vacaciones.


2. Apología de las estrellas
Gómezdelasernas, Cioranes y Lichtenbergs habrían alucinado twitter. O lo habrían amado, qué se yo.

Pelo ha dicho muy bien lo que es favoritear tweets por acá. Cierto es que gracias a ella y a su banda trasnochada, las madrugadas se me han llenado de estrellas. Y no hay más que decir.

Es una silenciosa deferencia del entendimiento.




3. No se hagan bolas
Que algunos zopencos lo satanicen y lo categoricen bajo la etiqueta del miedo es un trabajo de la ociosidad periodística. En ciertos círculos llevan semanas discutiendo si se puede tomar como fuente de información.

Es fácil decirlo: no, no lo es. Twitter es la explanada del murmullo, de los rumores sin confirmar y de la ligereza del chisme. No hace falta estudiar periodismo para entenderlo.

Tuitah no es un medio y que les quede bien claro. Puede usted que me lee, dejar de seguirme o dejar un comentario más tarde, tirarme de a loca o tacharme de tradicionalista.

Saben ustedes ya de casos de pifias surgidas de la nada con sus subsecuentes reacciones coléricas. Y el enojo les dio por hacerle demasiado caso a las personas que siguen. Son ellos los únicos culpables de su ira porque legitimaron twitter como medio cuando no lo es.


4. El ingrato oficio de la escritura
Sí, claro: me la he pasado redactando y leyendo tweets. Como dice Asiain en este tratado, twitter es un acto de escritura. Pero tras meses de estar en sus filas, a mi inconformidad no le ha bastado twitter.

Por eso, cuando quiero ser concisa y entablar un diálogo ligero, escribo acá, porque es el espacio en que mi inmediatez se regodea; cuando creo que me hace falta un poco más de espacio uso Tumbrl (o como diría el Rufián, la necesidad urgente de querer decir algo) y finalmente, mi bicicleta que es este blog, el que dejé un par de meses olvidado debajo de la cama donde descansan mis pensamientos.

Esa es la razón. Pero puede usted pensar, si es que le viene en gana, que a mi holgazanería le gusta tener varios espacios donde recrearse.

Se lo dejo a su criterio.

***

De las madrugadas estrelladas o las tardes de sordo debate, de las ganas de entablar conversación o cómo nos llegan las novedades desde el otro lado del mar. De twitter, el diablo que no duerme y su insoportable brevedad, porque en ella se encierra un mundo que se deja vivir a unos y a otros no tanto.

Sírvase de entender este post como la advertencia de mi regreso a blogger. Tengo varios cuentos atorados y un cúmulo de anécdotas que se me arremolinan en los dedos.

Si no ha entendido nada de lo dicho en este post, sáquese un twitter, no sé que está esperando.