lunes, 11 de enero de 2016

Azul



There's a starman waiting in the sky, 
hed like to come and meet us, 
but he thinks he'd blow our minds...


Quienes me conocen saben que yo escribo con música. Ya sea que me empeñe en explicar una fórmula insensata para calcular un  endemoniado impuesto o le escriba un verso triste a un amor ingrato.

Esa noche no escribí con música, le escribí a la música. Se trataba de Space Oddity, de David Bowie. 




La noticia de su fallecimiento me puso el insomnio agudo aún sin conocerlo a ciencia cierta. El hecho de no poder dormir la madrugada del lunes me hablaba de un mal síntoma a nivel cósmico. Cuando tomé mi teléfono lo confirmé. 

Con este breve cuento pretendo encender una llama pequeña en un universo colmado de estrellas. Algunas tan grandes como el mismo Bowie. 

Gracias por tanto. 

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Azul

(Texto originalmente escrito en 2013)

Cansado, Julián salió a caminar. Decir cansado puede ser impreciso, así que corregiré: estaba hastiado, colmado de fastidio, harto de las luces a las sombras... todo él era un semillero de indiferencia y fatiga.

Antes de salir, tomo un carboncillo, dos lápices HB y un esfumino. Dejó las llaves, la cartera, el móvil y se despojó de tiempo.

Y caminó al sur, siempre al sur. No obstante, aunque los pulmones se le llenaron de un viento septentrional, él ya no encontraba el norte. Hacía un buen clima en la ciudad y las calles lucían tan desiertas como puede estar un corazón destrozado. El sol, opaco en esta ocasión, no le despertaba ya ningún tipo de entusiasmo. La luz se veía plana, la atmósfera asesina y sus ideas lánguidas.

Cuando llegó al muelle, se detuvo. Desde la ventana pude ver el boceto desdibujado de su persona acercándose al mar. Sabía bien que no intentaría cometer el disparate de querer caminar sobre el agua: él siempre me dijo que los que estaban hechos para volar no se llevan bien con las profundidades marinas.

Permaneció un buen rato mirando de mala gana el mar, que ya a esas alturas del día se teñía de bermellón mezclado con azul.

Azul como las pinturas más tristes y las noches más profundas. Azul como el universo cuando hay distancia y como la luz cuando se desdobla en melancolía. Azul como la música más cruel.

Antes de que se hiciera de noche y porque el camino se le había terminado, Julián sacó uno de sus lápices y dibujó una carretera. Esbozó un camino sobre la sábana de la noche y lo hizo de un sólo destino: de ida, un sólo carril y perfilándose al horizonte.

Cuando se dio por satisfecho puso su nombre en uno de los bordes y se trepó en el camino. Desde mi ventana que daba al mar pude ver cómo subía en su camino de tiza y noche para no regresar.

Antes de que pudiera alcanzarlo, su camino de lápiz se difuminaba entre las sombras de la noche.

Esa noche, Julián nos dejó.

***

Querida Sol:

Escogí el muelle porque eras la única persona de la que pensé en despedirme. Sabía que estarías viendo desde tu ventana como solíamos hacerlo antes de que los días se pusieran tan insoportablemente añiles.

Cuando llegué a la Luna, sabía que ya no podías alcanzarme. Desde la luminosa quietud de ese desierto blanco no me quedó duda que la Tierra es un lugar demasiado azul como para que pudiera permanecer en él.

Permanecí un par de meses en la Luna, pero me fui al lado que nadie ha visto aún, y sólo así conseguí dormir. Al despertar, como no tenía reloj, supuse que ustedes estarían viviendo ya el otoño y extrañé un poco los ocres de la ciudad y sus matices terracotas.

Dibujé un camino más largo. Pasé al lado de Marte y una noche casi choco con un cometa. La parte más difícil fue cruzar el río de asteroides, pero encontré a unos contrabandistas de Júpiter y los soborné con unos retratos para que detuvieran su frenético tránsito y pudiera finalmente pasar.

Hoy, ya lejos de tanto azul, echo un vistazo al universo y me recuerda la calma de tus ojos negros. Te escribo desde la recién inaugurada paz de mi nueva casa. Todas las mañanas salgo a caminar y le doy tres vueltas a los anillos. A veces hay uno que otro visitante, pero apenas me mencionan el planeta azul al que quieren observar les digo que se marchen de mi casa.

¡Tengo el cosmos entero para dibujar sobre él, Sol! Y aunque se me están acabando los lápices que traje conmigo, no pienso volver.

El planeta es demasiado azul y yo no puedo hacer nada al respecto.

Te recuerdo siempre,




Julián

Jápeto, un día de enero de 2015.