lunes, 31 de mayo de 2010

Nocturno ciclista: la alegría de una rodada noctámbula



Las mejores celebraciones suceden de noche. El ánimo festivo suele tener una delicadeza única cuando es nocturna y la alegría se multiplica a un exponente casi infinito: conducirse de noche en bicicleta, por las calles del centro con una ligereza inusitada, la magia de quienes se dejan conducir bajo las estrellas por el puro placer de celebrar años de rodadas diurnas. ¿Cómo evitar el guateque sobre ruedas cuando ya los relojes han comenzado a bostezar?

Comenzó desde las ocho, pero para el empecinamiento propio de una desvelada sin remedio, las ocho aún siguen siendo horas que tienden su vela hacia la tarde. Llegué al filo de las nueve y media a las calles del centro, colmadas de ciclistas de formas tan variadas como las estrellas consteladas de júbilo. Y había estrellas y había luna, con todo y que la gruesa capa de humo sobre la ciudad apenas si las dejaban asomarse.



Pero mis mejores estrellas fueron los amigos que me fui encontrando en el camino, amigos que hice mientras rodaba, compañeros del pedal, amistades inconmensurables: Ernesto, de Bicitekas y Cuauhtémoc, el ckuate.

¿Quién mejor que ellos pueden relatarme la alegría de rodar de noche? Bicitekas tiene la saludable costumbre de salir cada miércoles a pedalear por las calles en un intento loable y amable de establecer un espacio en las calles para los no motorizados. Yo, por vulgares cuestiones de trabajo y falta de tiempo no he podido ir con ellos, pero ya estoy planeando un escape…

Y al andar, con la noche en los ojos y un ímpetu armonioso en los pies, Ernesto y yo platicábamos sobre la posibilidad de un Critical Mass en las calles del centro. Si bien se han hecho algunos en la Ciudad de México, aún no se ha logrado la convivencia armoniosa entre automovilistas y ciclistas por viejas rencillas y rencores añejos. Pero sepan bien que por ese insensato juego de ver quién gana más espacios en las calles o quién es más poderoso en ellas, muchas vidas se han perdido… lo malo es que el ciclista, por su condición, es más vulnerable a salir herido.

***

Regresemos a las alegrías, que para eso he regresado a este lugar. El recorrido fue breve, pero bastante sustancioso: 2.2. kilómetros de calles vacías. No hay caminos demasiado cortos para los espíritus apasionados y vehementes.

La iluminación de los edificios y la suavidad con la que se dibujaban sus sombras me hicieron recordar Guadalajara y la única ocasión que anduve de noche en bicicleta por unas calles que fueron mías por el simple hecho de haberlas recorrido con tanta pasión.

Y es que sólo así, andando y desandando, sucesivamente o en pausas; podemos construir la ciudad sin ese torpe afán de poder ciego al querer controlar las calles. Sea diurno o nocturno, trasnochado o madrugador, el camino es de quien lo anda, ya a pié, en un par o en cuatro ruedas… todos tenemos el mismo derecho de conducirnos por ellas.

De noche celebramos, de noche dormimos. Y así, andando en bicicleta nocturna, soñamos el sueño de una ciudad que sabe conducirse con equilibrio por el mundo.

¡Feliz, feliz!

P.S. El semestre casi ha terminado. Sírvase de entender este texto como el parteaguas de otros que vendrán a raíz de más horas de sueño y menos de clases. Aquí andaré respondiendo comentarios y demás... o en twitter, como usualmente. ¡Besos a todos!