Pocas cosas reemplazan la amena sensación de romper el empaque. Somos los dueños y seremos también los primeros en probar su lozanía. Lo inédito, lo desconocido, la incertidumbre de lo que vendrá, su frescura dispuesta sólo para nosotros. Flamante e insospechado, accidental o premeditado: es lo nuevo.
Hablo de esa incertidumbre deleitosa, la seducción de lo efímero, el placer de un estreno, el deleite de la novedad, la efervescencia emergente, la presentación de lo insospechado…
De lo nuevo se llenan las planas de los diarios y de novedad se nos colma la boca y los ojos cuando leemos sus páginas. Quien niegue su gusto por la novedad, miente casi siempre.
Bajo ese deseo, asistimos a estrenos de películas, esculcamos en las estanterías de novedades en las librerías, esperamos el lanzamiento del siguiente disco, la presentación de obras en la galería, contemplamos con admiración al nuevo en la oficina, estrenamos atuendos casi siempre en ocasiones que por su singularidad lo ameritan, inventamos palabras y las bautizamos como neologismos. ¿Que no nos gusta lo nuevo?
Aceptémoslo: nos regodeamos en ese hervor inmediato de la novedad y no sólo eso, sino que especulamos sobre su llegada: todavía no se publica y ya estamos vislumbrando las letras y la temática; aún no lo escuchamos, pero ya adivinamos la tonada; no se ha terminado de cocinar y ya nos saboreamos el manjar.
Decía Lipovetsky en su libro El Imperio de lo Efímero, que de novedad se llenan las estanterías y fundamentamos los preceptos de la sociedad contemporánea en una futilidad de escaparate. He ahí la moda y su bullicio ataviado de seda. Basados en la apariencia, mandamos al diablo la tradición. ¿A quién le importa una tradición cuando se está in?
En el terreno de lo personal, las cosas no distan mucho. No hay inquietud más agradable que imaginar el beso del hermoso extranjero; nada más memorable que el momento –esa breve fracción de tiempo- en que supe por primera vez de ti. Nada como el incierto vahído que sentimos cuando conocemos a alguien.
Hay quien gusta tanto de la novedad, que está en permanente cambio; su vida se vuelve una veleta atenta a la volubilidad del tiempo y de la época. A esos los llamamos volátiles e inestables, porque están subyugados a esa sensación irrepetible de lo nuevo. Aquél que se queda embelesado con la innovación está condenado no sólo a la futilidad, sino a la apariencia engañosa de lo pasajero y a la fugacidad momentánea. Son los perpetuos insatisfechos.
Ahí tiene usted a nuestros legisladores: reformadores permanentes de la ley, siempre con una iniciativa debajo de la manga. Están también los teóricos empecinados en crear conceptos e innovar en la academia. La actualización constante de los sistemas operativos para que al año tengamos que cambiarlo, el lanzamiento de marcas, la fabricación permanente de ideales. Hay quien inclusive ya envasó el olor a auto nuevo. Nos inventamos problemas, proyectamos escenarios, concebimos lo que sigue, lo que sigue, lo que sigue…
¿Por qué gustamos tanto de la novedad? ¿Será que el lastre de la civilización occidental es una ligereza desprovista de raíces? ¿Es cierto eso de que la chancla que yo tiro no la vuelvo a levantar?
Esa insatisfacción no es nueva y son ya muchas generaciones disgustadas en permanecer. El anhelo y la inquietud quizá sean lo único que se arranciará en nuestro comportamiento. Yo misma vivo de la inmediatez y por eso hoy escribo este post nuevo. En una semana lo supliré con ideas etéreas, frescas y… nuevas.
Renovarse o morir
Que no se me malinterprete, porque no pretendo que carguemos con los vicios añejos para la posteridad. No es mi intención exhortarlos a que se afanen a todo hasta que ese todo se haga un guiñapo. No se trata de morir o matar… Renovarse también implica corregir y depurar.
Quiero suponer que el día en que lo nuevo llegue sin esa urgencia de siempre y aparezca como una mutación natural a algo mejor, entonces sí… seremos una civilización renovada.
N.B. Como diría Pelo... cuando la imaginación me escasea, cito autores.
11 comentarios:
Y por cierto... ha quedado demostrado que me encanta lo nuevo. Así que critíquele a gusto.
Digo, con sinceridad, que me ha encantado leerla así. Ya estaba muy mal acostumbrado a los 140 caracteres de tuiter y saborear frases de construcción cuidadosa y bien pensada es excelente.
La novedad, siempre caprichosa, nos engaña. Lo he dicho antes y lo repito aquí: somos tan propensos a confundir chispazos y destellos con fuego y luz.
La reflexión da para más, prometo regresar mañana a revisar mis incoherencias de las casi cuatro am.
Un abrazo, renuévese pronto.
Ay si, me encanta lo nuevo y no vas a visitarme cuando hay posts nuevos, snif.
¿Hay algo más esplendoroso que lo nuevo? Son casi sinónimos. Y como dicen que los mayores gustos de la vida son los pequeños detalles, #confieso que me gusta mucho el olor de un auto nuevo. Entre muchos otros olores a nuevo. Oh sí.
LO INÉDITO EN LO NUEVO Y VIEJO.
No elegimos el
objeto de estudio,
antes él nos ha
elegido.
Mientras el frío viento matutino cruza con esfuerzos las alborotadas
ramas de los viejos árboles del parque urbano, reflexiono sobre lo que escribes, una vez más.
Sí, en efecto, vivimos sujetados por la costumbre de la novedad que lo nuevo encierra en su ser. Es la desventura de la modernidad. Sin embargo, para mí, lo nuevo (como sustantivo y adjetivo a un tiempo) no tiene mucho significado, sino me permite ver lo inédito en su contenido. Porque: ¿qué hace interesante a lo nuevo? Considero que bastantes cosas, pero con mucho
lo inédito las supera a todas. Porque trae consigo la sorpresa y la deslumbrante luz del descubrimiento.
Inédito quiere decir mostración de la cara poco visitada de las cosas, lo que permanecía oculto hasta por la costumbre.
Pero, ¿quiére decir que lo inédito está sólo presente en lo nuevo? No,
en realidad, lo inédito no es privativo de lo nuevo, también se puede localizar -tales son su fuerza y energías- en lo viejo, en lo que se llama clásico. Un ejemplo, ya que hablas de libros: la Colección del FCE llamada Brevarios. ¿Por qué es una Colección clásica? Porque en cada tomo (sea publicado recientemente o hace décadas), se presenta la experiencia de lo inédito, como explosión de ideas renovadoras. Donde puede fundirse lo viejo con lo nuevo, en una ruptura temporal.
Tres claves, por citar algo, de J.M. Merquior, Foucalut o el nihilismo de la cátedra; C. Clément, Claude Lévi-Strauss; W. Iser, Rutas de la Interpretación.
Sí, lo nuevo me atrapa. Pero, lo inédito me cautiva y apasiona. Aunque sea una experiencia difícil.
Aún en las personas que conozco de hace mucho tiempo, a veces, me sorprende con brillantez lo inédito de sus ideas y expresiones.
Bueno, le paro aquí. Por cierto, gracias por tu espacio. Creo que ya necesito un blog para mis disquisiciones mañaneras.
Un saludo, como un viejo hábito (con todo y pleonasmo)
Escribes con madre. Y tienes razón.
A veces hasta uno mismo busca sentirse nuevo. O serlo.
NO había pensado que tal vez cambio tanto mi manera de ser por que me gusta sentirme "nuevo".
La palabra mágica que me salió acá abajo (munion) hizo que se me olvidara el post, lo leeré de nuevo.
Habiéndolo leído nuevamente me doy cuenta de que no es algo nuevo hablar de lo nuevo. Yo sólo tengo una pregunta, ¿cuándo deja algo de ser nuevo?
Yo creo, estúpida y sensualmente, que hay cosas que pueden ser nuevas para siempre.
Me toca que este nuevo comentario se publique abajo del de Toño y junto a la imagen del cassete y el iPod, el cuál bien puede ilustrar este post.
Lo viejo es aburrido porque lo desconocemos. No nos da el mismo rush de adrenalina y dopamina que la excitación ante lo desconocido nos da. Si la bioquímica humana no me falla, el cerebro es adicto por naturaleza a estas dos sustancias -a menos que tengas depresión clínica y tus neuronas tengan bloqueados sus receptores de dopamina, entonces uno estaría jodido.
Ergo, lo nuevo nos da esa sensación de bueno, de gusto. Yo creo que el cambio a veces a algo nuevo no es tanto para lo nuevo, sino para regresar a algo que nos gusta y volver a descubrirlo como nuevo.
Ya me estoy inventando cosas. Mejor me callo.
(compuris)
-Jordy: Cierto, pasar de los 140 caracteres es el paso obligado. Gracias por ser un nuevo lector de mis pedaleadas, je. Pronto iré a leer su blog.
-Kyuutz: ¡Ya pasé a comentar! Ya sabráa que con este ingrato trabajo, me es difícil terminar de sopetón tus textos.
Y tú... de tantas letras que te he leído -desde aquél "A paso de cangrejo" y Eco como pretexto- no has sido sólo nuevo. Simplemente eres.
-Fantasma: Me gustaría que tuvieras un blog para leerte más a menudo. Solía leer tus post de hi5, pero me he alejado de ese espacio.
La ruptura temporal de la novedad y lo inédito nos sucede a nosotros, que cuando el tiempo pase, seguirán siendo nuevas discusiones. Gracias infinitas. Siempre.
-Pelo: Ese fue el sentido de este post. Quise ser siempre nueva y no me salió. Luego como que se me quitó el sabor insípido que deja ser siempre nuevo.
Mientras tanto, tú sigues renovándote.
-Tony: Tú eres nuevo. Bien sabes por qué. En una de esas nunca dejas de serlo, en una de esas caes en una categoría mucho más profunda. Yo también creo que hay cosas así...
-Borchácalas: El espejismo de lo novedoso tiene formas variopintas. Pero en esencia, lo nuevo viene revestido de lo mismo.
Ya te leo con regularidad.
-A todos: Gracias por comentar.Son ustedes mis viejos-nuevos lectores más queridos.
Disculpen la tardanza en contestar. Es sábado y el tiempo se desdobla amable para que lo gaste en contestarles y malgastarlo en trabajos finales.
¡Seguimos en el camino!
Llego a tarde a la comentada pero aquí estoy. Y no tengo nada qué decir (como casi siempre).
Yo no soy fan de lo nuevo. Me cuesta trabajo adaptarme a nuevas circunstancias, escuchar nuevos discos, leer nuevos autores o conocer nuevas personas.
Recién, y fuiste testigo, corrí el riesgo de conocer mucha gente novedosa pero tomé la precaución de llegar con alguien que ya conocía. No fue una mala experiencia en absoluto, pero está establecido que soy un neurótico de lo seguro.
Saludos, chica.
-Freud: Para no tener nada qué decir, has dicho bastante.
Lo nuevo también da miedo, pero con todo y eso te hiciste a la aventura. Y fue una dicha conocerte. Deben de venir más días como esos, para que lo nuevo se haga familiar y de tanto fulgor lo nuevo acabe por sernos tradición.
Tú también eres nuevo para mí, pero aún cuando dejes de serlo, seguirás siendo dichoso.
Beso!
Yo llego aún más tarde.
A mí me gusta lo viejo, desde pequeña.
Lo nuevo también me gusta, claro está. Pero lo viejo tiene un encanto sui generis que lo nuevo no puede superar.
Eso en lo material.
Publicar un comentario