Afuera, azota la influenza. La contingencia es tal, que incluso se escabulló en los interiores de las casas e hizo estremecer la tierra: hace rato, un sismo de 5.7 grados Richter cimbró nuestros ya de por si turbados nervios. Hasta el temple más reacio se ha espeluznado.
Los días han sido de guardar, las pocas personas en las aceras, precavidas, con cubrebocas. Las actividades escolares suspendidas hasta el 6 de mayo. Los cines, los teatros y los bares cerrados hasta que pase esta intempetuosa alarma epidemiológica.
En el aire se respira una zozobra irreparable. La atmósfera urgente de sosiego no encuentra un instante de paz en la histeria colectiva predominante.
Yo misma no he salido de este recogimiento impuesto. En un rato más habré de regresar a aquélla enfermiza oficina, donde hasta en época de rosas se respiran los escurridizos microbios, propagados por el inclemente aire acondicionado y circulando a sus anchas por los cerrados y grises pasillos.
Dentro, el marasmo no se ha apaciguado. El alma enfermiza y frágil lo sigue siendo con o sin emergencia en un afuera distante, donde el secreto mejor guardado está protegido de cualquier ponzoñosa cepa que se sabe a sí misma virulenta.
Los días se han desprovisto de tiempo y no es hasta este día, lunes de mis congojas, quien me regresa a la temporalidad mundana.
No puedo adivinar a qué se debe esta contingencia... No alcanzo a vislumbrar cómo dos cosas en apariencias tan distantes pueden hacer de las suyas con la vulnerabilidad colectva.
Sí, yo soy fuerte. Nada ha de perturbar este temple. No así mis cercanos... no así su fragilidad.
3 comentarios:
Tomar las cosas con tranquilidad. Tomar un helado. Comerse unas carnitas para reírse de la influenza. Tomar precauciones...y disfrutar la vida. El mundo no se va a acabar. En peores situaciones hemos estado.
me gusto la musica de tu lastfm.
saludos
yo andaba encuerado
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