Observe usted el menú de la intolerancia y la polarización para este aniversario independiente: Primer tiempo: El grito de los libres, aderezado con mucho Andrés Manuel y mucho López Obrador. Segundo tiempo: El grito de los incautos, con un Marcelo en el centro y poca difusión. Tercer tiempo: El grito de los oficiales, sazonado con un hombro roto y mucha parafernalia. Yo paso sin ver… dos años de gritos dizque independientes me han dejado indigesta.
En 2006 casi no lo cuento, pero hubo una balacera muy buena en el centro luego del grito de Encinas (acuérdese, a Fox lo mandaron a un rancho a dar el grito para que se sintiera más cómodo). Olvidémonos de los pormenores sociales y culturales; pues lo que más recuerdo de ese septiembre es una evidente confusión, una volatilidad exasperante y un no saber qué es lo que sigue.
Al año siguiente -que fue el año pasado-, con 20 años y un día que quiso ser libre y terminó siendo de trabajo, terminé agarrándome a golpes con un par de pejefans radicales que tapaban mi cámara, regresé a casa y no sabía con certeza dónde había dejado mis tímpanos: seguro se me apagaron en la guerra de sonidos de los oficiales y los disidentes. Para ese año mi confusión tenía la misma magnitud, pero distinto semblante.
Este año, ni siquiera me paré por el Zócalo. El trabajo, bendito trabajo, me dejó haciendo mis someros análisis de panoramas impensados. Como era de esperarse, el cielo escupió en la Plaza de la Constitución en forma de lluvia y tengo la seguridad de que hubo por lo menos un par de confrontaciones aisladas en esa convención de mexicanos no independientes.
Gritemos pues, por una independencia lanzada al olvido, por los héroes retorcidos en su tumba, por una justicia corrupta y la libertad de los necios; gritemos por el encono social y por la impotencia y la impunidad (palabras que se escriben casi igual); gritemos por un devenir social incierto y por la no historia que nos rodea. Gritemos, mexicanos, y que nuestro grito se escuche en la última embajada.
(Una canción muy ad hoc al ambiguo sentimiento patriótico)
***
Tenía la idea de que un blog era algo muy parecido a vaciar en una página los idealismos y las desavenencias mentales que se le vengan a uno a la mente. No se crea, querido lector de esta entrada, estos días me ha dado por escribir de más, pero nada que sus ojos estén destinados a leer. Así que si no gusta de leer emotividades y personalismos, sáltese este apartado.
En los párrafos anteriores lo esbozaba: septiembre no es un buen mes para mí. Con todo el peso de una absurda idea de independencia se me vienen encima los pormenores de una vida escrita con el bolígrafo de un loco escritor de cuentos oscuros. Septiembre me trae también un día de asueto en el que tendré que trabajar. Septiembre es sinónimo de confusión. Quien bien me conoce, sabrá que septiembre se me llenó de música y de poesía, pero mi voz canta la canción de la insoportable incertidumbre. Quién sabe qué es lo que busca quien se cuestiona cosas fundamentales e indispensables como el brillo del sol o las corrientes de aire que respiramos, o simplezas tan constantes como los latidos de nuestro corazón. Lo cierto es que septiembre sí se me antoja tricolor: verde esperanza, blanco unidad y rojo sangre. Septiembre también me trajo un viejo encuentro con una amiga que puso su corazón en la nevera.
Gritemos, gritemos, gritemos... porque si no lo decimos, se nos hace ronca la voz.
¡Viva México!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario