martes, 30 de septiembre de 2008

La apoteosis de las caidas




Por vez primera desde que aprendí a andar en bicicleta tuve que sentir con toda su crueldad lo que se siente caer.

Como todas las caídas que he vivido, ésta fue estrepitosa y en extremo dolorosa.
Lo primero que cayó fue mi hombro izquierdo y rematé con un pequeño rebote de cabeza. Lo siguiente fue llanto y una confusión mezclada con nauseas y mareos, además de una justificada falta de serenidad y pánico por el dolor. Una caída bastante vulgar... muy a lo Felipe Calderón.


La rueda delantera de la bicicleta de Miguel (que era la que yo manejaba en ese momento) desvió su rumbo y chocó contra la estrecha banqueta que rodea el igualmente delgado circuito… súbitamente y sin que pudiera al menos hacer un movimiento para evitarlo, mi cuerpo dio contra el duro asfalto hecho para llantas.




(Yo antes de caer)

Sigo cayendo, sigo cayendo… se cae el mundo y se caen mis historias, se cae mi país y se cae mi semblante, caen los dizque criminales y caen las verdades después. Parece que todo termina por caer aunque en apariencia marche en un par de ruedas.



http://rueda-libre.blogspot.com/ (Por las imágenes robadas)

3 comentarios:

*Midnight Star* dijo...

Como duelen las caidas... sip! Pero bueno, ahora no usaré mis palabras para consolarte sino las de Concepción Arenal (naaa, de sabia yo no tengo nada, solo la leí por ahí y se me quedó... )
"El hombre que se levanta es aún más grande que el que no ha caído"
Así que eres aun más grande mi querida amiga!!
Pasando a visitar, besitos!

Andrea E. Herrera dijo...

Sí, caen las verdades, cae el peso de tus actos y te lleva consigo. Cae la inercia de la realidad y te quedas sin nada... Pero ¿qué caso tendría caer, si no pudieramos levantarnos? La demostración de capacidad sería nula... Yo he caído, y por ende levantado, tres veces en dos días, es un record...

Pero la derecha está bien, eso es lo importante, lástima que caiste a lo Felipe Calderón, pero ¡La derecha está bien!!

Te extraño y te adoro!!! besoooss!

Andrea Herrera.

Holzwege dijo...

ADIÓS.

La propensión ante un bosque es llegar al claro,que por supuesto está en el centro.

¿Pero cómo? Sobre todo cuando el bosque está muy concentrado en árboles y arbustos. Un bosque pesado. Se antoja hasta oscuro.

Sin embargo, la erosión, la lluvia,
el paso del tiempo, forman sendas o veredas que aparentan llevar al centro del bosque; y digo aparentan
porque en realidad no llevan a ninguna parte. Al caminar por estas sendas se tiene la sensación de transitar hacia algún lugar seguro, pero no; el desencanto llega cuando encontramos bosque, sólo más bosque.

Tal parece que la función de estas sendas o caminos es sólo abrir una breve brecha, señalar rumbos, indicar derroteros. Son idex por donde transitar. Porque no son caminos. No conducen a ninguna parte. Son sendas perdidas en el bosque tupido.

Las sendas se abren y se cierran de tiempo en tiempo. Aparecen y desaparecen. Son como fantasmas.

Una vez tropecé con una rama en la soledad de un camino extraviado, caí de bruces y me quedé mirando el piso; poco después, giré mi cuerpo y observé -arriba- un cielo bellísimo, encantador. Sin darme cuenta, la senda desapareció. Hoy una parte de mí -no sé cual-, todavía permanece allí, feliz; contempla la maravillosa movilidad del universo.

Cada otoño voy a ese lugar a verme; me encuentro sonriendo. Pero
ya no hay sendas. El bosque es un inmenso claro. Ya no hacen falta caminos apenas indicados. Todo se ha dado a quien ve el bosque.

El misterio del bosque terminó,
ahora todo es claro, transparente.
Pero la vida está llena de bosques a explorar. Yo no voy a explorar ningún otro bosque. ¿Para qué?

Por hoy me complace más mirar las conjunciones y disjunciones de los astros. Claro, desde mi senda extraviada.