miércoles, 14 de julio de 2010

La importancia de llamarse Darinka

Soy hija en línea directa del futbol. Habiendo finalizado la euforia mundialista inmediata y quedándonos apenas con las cenizas de una apasionada aunque insípida Sudáfrica; vengo a contarles una bonita historia futbolera, digna de ser comentada como curiosa anécdota en el medio tiempo.

Tuve la gracia de nacer justamente un año después del mundial de 1986 en México. Todavía sonaba esa alegre cantaleta: “El equipo tricolor tiene mucho corazón y en la cancha lo demostrará…” en voz de una jubilosa pandilla que hacía poco con la garganta y menos con los pies. 



Desde ese entonces ya estaba marcado mi destino. Quiso el acomodo de cromosomas que naciera mujer y la disposición de los días que naciera en junio. Karen ya me llamaba desde antes de que naciera, el problema a debatir al interior de la familia era cuál sería el segundo apelativo de ese bebé que ya tenía nombre en caso de nacer, como finalmente terminó siendo, una niña.


Primer tiempo: conociendo la cancha

Tuvo mi papá la tremebunda idea de nombrarme Karen Elizabeth… (Este es un buen momento en el relato para espeluznarse). ¿Qué cómo fue que pensó llamarme de ese modo? Supongo que es fácil si nos trasladamos al pensamiento de un hombre de veintiún años viviendo las postrimerías de los ochentas. 

Y un día (porque en todo buen cuento siempre llega el día) llegó mi tío a la casa con una sonrisa en el rostro y una hermosa propuesta para nombrar a su recién llegada sobrina. 

Darinka dijo, y al unísono todos respondieron con un largo “¿cómoooo?”. Darinka repitió y la familia entera preguntó nuevamente mientras se rascaban la cabeza de dónde había sacado semejante mote tan singular, insólito y hasta pasado de ordinario.

La explicación es tan fácil como cómica, justificada tanto por la época como por las circunstancias y los personajes de esta historia. Aficionado histórico del futbol como muchos millones más en este país, devoto americanista y siempre atento a los resultados de cada torneo, mi tío no fue ajeno a ese mosaico de historias en torno al mundial en 1986.

Sepa usted que el director técnico de aquél equipo tricolor era ni más ni menos que el yugoslavo Bora Milutinović, ese simpatiquísimo individuo quien fue además jugador en los Pumas de la UNAM. Pues bien, ese hombre tiene una hija y se llama Darinka. Mi tío lo escuchó de la misma boca del entrenador en alguna entrevista y le pareció un magnífico apelativo para su recién nacida sobrina. Tan-tan; he ahí la explicación.

Aquéllos curiosos que se han interesado en conocer la historia nominal de quien suscribe estas palabras, siempre suponen de antemano que fue un nombre escogido con premeditación poética y reflexionado no sólo por la disposición fonética, sino pensado además con sumo interés del significado de éste. ¡Qué va! Me llamo Darinka y es un nombre ciento por ciento futbolero. 


Segundo tiempo: La democracia empieza en casa

Si usted se pregunta por qué fue mi tío quien me nombró y no mi papá, sus cuestionamientos están firmemente sustentados en una tradición histórica corriente. Naturalmente mi padre hizo un respingo al escuchar al osado que quiso llamar de modo tan extraño a su única hija.

El Karen ya era inobjetable, así me llamaban todos y punto; lo siguiente fue una breve pero sustanciosa discusión por el segundo nombre. Que si Karen Elizabeth o Karen Darinka… hasta pensaron en registrarme con los tres nombres: Karen Darinka Elizabeth, todo un espanto desde que son tres y ya se sabe que quien tiene tres apelativos se debe casi siempre a que no hubo un cordial acuerdo en casa y todos metieron su cuchara.

¿Cómo decidir, entonces? Diríase, como en cualquier partido de futbol, que un volado es la forma más democrática de decisión o la técnica comodina de dejar en manos del azar lo que no somos capaces de determinar. Si usted piensa que lo dejaron a un volado, cae usted en un segundo o hasta un tercer error. Lo cierto es que se lavaron las manos y le dejaron la responsabilidad ni más ni menos que al azar más ocurrente del que pudieron echar mano.

Un juego de poker fue el accidentado comisionado de escoger mi nombre. Y ya sabrá usted quién ganó…





Tiempos extras: de la mano de Dios a sus regalos

Yo no supe qué significaba mi nombre hasta hace algunos años. Mi tío sabía, claro está, pero nunca se le dio la gana decirme. Darinka significa en yugoslavo regalo de Dios. 

Veintitrés años y seis copas mundiales después sabemos que Yugoslavia ya no existe con ese nombre sino con el de Serbia y su perpetuo Belgrado; que la mano de Dios apareció en el mundial del 86 en el estadio azteca y que el regalo de Dios (supuestamente) cayó en mi casa un año después.

Pero Dios es mucho menos frecuente que otras diabólicas apariciones. Y en este caso, quién sabe si fue una mano de Dios o del diablo la que hizo ganar a mi tío ese juego de poker y por la que me llamo como me llamo. 

Así que me llamo Darinka y le voy a los Pumas.