miércoles, 23 de abril de 2014

Por qué escribo...


Decía Gabriel García Márquez que escribía para que sus amigos lo quisieran al tiempo que sonreía con sosegada amabilidad para los desconocidos que cariñosamente lo llamaban "Gabo" sin haberse topado siquiera en otra vida. Escribiendo y no de otra forma se hizo de millones de amigos que con el paso de los años lo fuimos queriendo como si de verdad hubiéramos visto con los ojos de Remedios la bella, porque contemplamos la muerte de Santiago Nasar o de cuando en cuando nos ataca el síndrome de Florentino Ariza.

No me sorprendió que tuviéramos un pensamiento similar; no obstante, si nos atenemos a la unilateral y homogénea línea del tiempo, fue él quien lo dijo primero. Pero igualmente dijo que las ideas no le pertenecen a nadie...

Gabriel García Márquez. Foto: La Jornada.

Yo siempre argumenté que escribía porque quiero que las personas estén orgullosas de mí y me quieran. Lo dije como a los ocho años cuando descubrí un poema de Sabines, a los doce cuando leí la primera de una docena de novelas de Saramago y a los veintidós cuando me encontré con José Carlos Becerra.

Pero no hay escritor con suficiente vida si no tiene por lo menos un par de reveses. Un mal editor, un texto que no causó efecto o lo peor: perder tres años de cuentos, cartas, poesías y desvaríos por un error informático. Hace casi ya dos meses perdí el documento que contenía la esencia de mis noches, la acuarela de mi dicha y mis lágrimas de tinta vertidas sobre el invisible cielo de mi computadora.

Sentí como si me hubieran quemado la casa, como si el huracán hubiera pasado encima de mí o como cuando un ladrón descubre que le han vaciado el departamento. De ello no quedó más que algunos fragmentos que conservo porque algunas noches tuve el arrebato de mandar a remitentes al azar.

Me gustaría decir que me he recuperado del cruel gazapo de esta triste tecnología. Como paliativo, diariamente escribo para un periódico especializado y de vez en cuando me da por escribir un reportaje que mis editores mutilan.

Tengo veintiséis años y escribo de finanzas y economía para El Financiero. Hace como una década, cuando tomé la decisión de estudiar periodismo porque sabía que lo que quería era escribir y trastocar conciencias con una buena estructura. Ya antes había pensado en estudiar letras inglesas o cualquier cosa que me pusiera frente a una página qué llenar con sesudos comentarios y profundas investigaciones.

No obstante, pasaron muchos años tras haber los pasillos de la universidad para que pudiera ver mi nombre escrito en las páginas de una publicación impresa, lo cual sucedió un 16 de abril de 2013, cuando mi primer texto apareció en Hacker de Excélsior.

Cuando el entusiasmo se me enciende escribo cuentos como queriendo reescribir lo que es probable que un día olvide y para que las personas que quiero no dejen de quererme. Los que me conocen, saben que en el punto álgido de mi ternura suelo poner en sus ojos palabras mías como la ofrenda más preciosa que puedo ofrecer por el amor que me dan.

Mi primera portada. Reedición de El Financiero. Miércoles, 26 de febrero de 2014.
Hace algunas semanas ya, uno de mis reportajes vio por vez primera la portada y mi nombre se posó en la primera reedición de El Financiero. Nunca mis palabras me hicieron sentir tan dichosa.

Quién sabe cuál es el impulso que me lleva a escribir y preguntar por historias, a tomar las palabras y estructurarlas entre cifras y gráficos y por otro lado juntar los fragmentos de mi imaginación cuando me da por hacerle al cuento.

Escribo para saber de ustedes y conocer el mundo, porque para poder escribir una página antes debimos de haber leído unas cien.  

Escribo porque nací para esto. Escribo 'por qué' y me llena el horizonte. Gracias a ustedes por leerme, porque creo que es así como se construye el mundo: por quienes lo escribimos al mismo tiempo que buscamos leerlo.

Esta es quien les escribe (en una toma selfie, tan de moda ahora). En ocasiones también sale en tele, pero esa es otra historia.