sábado, 17 de mayo de 2014

El Jardín de los Destellos


Las rosas son rojas y las violetas azules.

Bajo ese lema, la segregación del Jardín de los Destellos se hizo cotidiana. Las flores fueron entonces catalogadas por el color de sus pétalos y se vivió una época oscura llena de sol en la floresta, conocida como el Apartheid del Huerto.

Miles de capullos, desde que vieron el primer albor en el invernadero, crecieron con la miserable idea de que su fragancia era insignificante cuando el carmín no había coloreado sus corolas. La discriminación se hizo oficial cuando el afable jardinero empezó a comercializar con más entusiasmo a las flores rojas.

La víspera de San Valentín, los botones más purpúreos encabezados por la familia Blossom se engalanaban de esplendor, pues para ellas era todo el sol, el mejor abono y la tierra más fértil. Se pintaban de pasión en la colorada causa de su encanto y su discurso floral manchaba de carmesí el jardín entero.

En los bosques contiguos, las mariposas y abejas extranjeras relataban a los abetos el inusual comportamiento de las flores en el Jardín de los Destellos.

Las rosas más rosadas, consideradas un poco portentoso híbrido de palidez y dulzura, vivían a la mitad del fuego cruzado con las flores blancas, cuya fragancia apenas se percibía entre el rubí perfumado de sus homónimas rojas.

Entre las violetas la situación no distaba mucho de lo que acontecía con las rosas, pero la insatisfacción de éstas, pese ser una minoría rampante en el jardín, se minimizó entre los trinos de los pájaros carpinteros y sus sindicatos.

Un tercer grupo, segmentado del mismo modo por las rosas rojas, decidió sin embargo, establecer una resistencia pasiva a mitad del jardín justo al mediodía del Día de San Valentín: el sector de los claveles.

Clavelina Bloom, un joven botón que apenas comenzaba a florecer, se plantó frente a la fuente para pronunciar un histórico discurso en la historia de las florestas.

“Porque todas hemos florecido para ver el mismo sol que ilumina a rosas, violetas y claveles por igual, no importa cuán silvestres sean...

¡La fragancia no es determinada por el color de un pétalo, sino por el candor de las corolas, la estabilidad de sus tallos y la entereza de sus raíces!

Todas somos flores, hermanas, y hemos nacido para ser la risa del mundo y colorear al mundo. Engalanamos las celebraciones y somos la alegoría de los enamorados.

Todas somos flores, y pertenecemos al vasto jardín del mundo” dijo mientras sus pétalos se abrían de par en par y se empapaba toda de rocío.