miércoles, 9 de mayo de 2012

Yo nunca aparecí en Playboy…





Pero yo sí… Yo fui edecán. Y modelo también. También me pagaron onerosamente (menos, naturalmente) y sólo por el hecho de mostrarme. Yo también aparecí 30 segundos a cuadro pero lo mío no causó más alharaca que en mi círculo de conocidos. Yo también usé un vestido largo que no dejaba nada a la imaginación y también fui inoportuna a ciertos ojos.

Pero yo entonces tenía 17 o 18. Por esas épocas era tan elocuente y tan poco sustanciosa como Julia, que ha dado un millón de entrevistas hasta este día, pero yo no tuve que darle explicaciones a nadie más que a mí misma.

Quien se dedica a esto, sabe que tiene que vender. ¿Vender qué?, se preguntarán los más suspicaces… Venderte, claro. 


Pero que no se me malinterprete, por favor. Una persona que vive de su imagen, se vende a sí misma aunque lo que vende no sea lo que se es y pretenda serlo. Lo mismo pasa con modelos y con candidatos… Y nada de eso significa que sea denigrante o misógino, como reclaman ciertos ignorantes puristas. Si no dediqué el resto de mi vida a ser modelo es porque pensé. Y pensé que valía más que sólo dejarse ver.

Lo que Julia Orayen hizo el día del primer debate presidencial fue un gran trabajo: vendió un producto imposible y lo hizo trascender a fuerza de costumbre, de mostrar un poco de lo que justamente no hay para llamar la atención. Ese fue su trabajo y lo hizo excelente.

Yo nunca salí en las páginas de una Playboy, pero sé bien lo que significa ser el foco de atención por el oropel de las circunstancias. Lo verdaderamente triste de esto es que hayan personas a quienes les vendieron un debate, el futuro de un país y el sentido de una democracia como si les vendieran un perfume.

4 comentarios:

Borchácalas dijo...

A mí lo que me da miedo es que viva en una época donde es considerado misógino que me gusten las mujeres y disfrute de admirar su belleza física aunque sólo lo haga silenciosamente.

El Rufián Melancólico dijo...

El párrafo final es el que condensa: no importa qué enseñó Julia, tampoco importa el puritanismo feminista o el cinismo de quienes disfrutamos el escote: importa la frivolidad -la falta de cuidado- con la que el IFE produce un evento de interés nacional y que pide cierta investidura. Y en ese momento, la elección del IFE revela de qué se tratan las elecciones federales: un largo infomercial de productos políticos para consumo inmediato y no muy convencido. Vender perfumes, lo que dijiste, pues.

Darinka Rodríguez dijo...

Borch: Sí, caray... los hombres ya no pueden andar de ojo alegre sin que les caiga Inmujeres o algo. Otra cosa a la que le quieren quitar el sabor.

Rufián: A final de cuentas, de tan comentado el escote, se nos olvidó el resto... ah, qué triste.

Cazador de Tatuajes dijo...

I KNEW IT!!!