Provisto de alas o de un invisible hilo conductor celeste, empapado del estupor del vértigo por el vacío o con la ligereza de las aves, quien se contempla en sueños surcando las atmósferas más lejanas a nuestra condición terrenal es tan normal como poner los pies en la frialdad del suelo matutino al despuntar el alba.
Seamos honestos, estimados lectores... la humanidad se ha empecinado en volar. Somos tercos, empeñados en lo imposible, envidiosos de las aves, necios obstinados de las nubes y desdeñosos de la tierra. Recuerdo bien aquélla venturosa comparación: los omóplatos de nuestra espalda... las alas que no llegaron a crecer.
La persistencia por otras atmósferas ensanchó la imaginación de nuestros inventores en su faceta más soñadora: desde Da Vinci a los mentados hermanos Wright.
El tiempo pasó y nos trajo un avión: torpe manera de despegar, el insulto mecánico al cielo, una herejía tan mundana como el atrevimiento mismo de querer volar sin que se nos haya concedido el derecho, la herejía de las alturas con motor y el desafío a las normas no escritas de la impericia humana y social.
Dicho lo anterior, aclaro a mis lectores que nunca he puesto un pie en un avión, aunque en una ocasión tuve la insolencia celeste de surcar el cielo capitalino en un helicóptero. Para mi ingenua fortuna, tuve la feliz ocurrencia de no morir en el atentado.
Darinka: Noviembre de 2006
Los sucesos recientes en su constancia actual nos quieren decir algo: el hombre, por su calidad de humano despojado de virtudes cósmicas, tiene prohibido volar. No es gratis que las aeronaves tengan que acuatizar, como tampoco es coincidencia la gran cantidad de accidentes aéreos sucitados en días anteriores. Tan sólo en un día, tres aviones se precipitaron al suelo: Buffalo, Los Angeles y Londres fueron los lugares donde la desvergüenza por los aires finalmente se cayó.
Los amantes de la modernidad y los viajes habrán de enfrentarme y decirme que jamás llegaríamos al otro lado del mundo si no existieran los endemoniados aviones. Pero el periplo que comienza en el suelo, en el suelo acabará... de mejor o peor manera.
2 comentarios:
Hola Darinka, vine a visitarte y me encantó tu casa. Es como tú. Genial. Soy tu fan número dos porque me ganó la foto de una pluma en tu lista de seguidores, si no fuera por eso, sería la número uno.
Una abrazo de enorme de "vecinas" desde mi selva tropical,
Regina Swain
ALTOS VUELOS.
"El iceberg aspira
a ser continente."
Mirar la vida con un horizonte holgado es tener altos vuelos. Es ser plenos. Libres y felices. También, "comerse el mundo con cuchara grande" es tener altos vuelos.
La escuela de la vida debe estar encaminada al aprendizaje que nos lleve a volar alto, tocar con el dedo el cosmos.
La escuela de la vida es exitosa si nos da alas. ¿Alas? Las alas son un icono, una imagen. Su aletear es el motor de la simbolización. Del mismo modo que el amor es el motor de la historia.
¿Por qué soñamos con volar? Porque a través de los sueños se expresan los resquicios de la libertad. La interpretación de los sueños del volar es la manifestación del deseo de ser libre que nos habita. Si soñamos con ser libres es porque no existe un poder absoluto o panpoder capaz de eclipsar la libertad humana. Michel Foucault sabe muy bien esto.
Necesitamos una escuela de la vida donde se deje aprender a volar. Sí, expandir este verboide (volar) en toda su plenitud de sentido: literal, alegórico, moral y anagógico. Dante Aleghiri tiene razón al respecto. Volar es un proceso representativo de la libertad.
¿Libertad con relación a qué? A todo tipo de prisiones. ¿Acaso la gravedad terrestre no es una atadura que nos aprisiona a la miseria terrestre?
"Volamos" también para demostrar que existe la imaginación, la fantasía (los procesos insensatos, sí aha!)que fue soterrada por la modernidad creyente monolítica de la razón sin sueños. Si la razón producxe monstruos, la imaginación expulsa ángeles.
En todas las culturas occidentales y orientales hay seres alados simbolizadores de los deseos libertarios. Verdaderos mediadores:comunicadores e intépretes de la felicidad humana.En Grecia está Hermes, en Roma, Mercurio; en Mesoamérica, el inefable Quetzalcóatl.
Aprender a volar es aprender a ser libre: de los códigos (diccionarios, enciclopedias, del sentido literal), de la equivocidad (metáforas, alegorías), moral (doble moral), del universo (seres inmortales).
Pero volar no es fácil. Implica riesgo, tropiezos, no es algo dado,hay que construir; a veces se paga con la muerte: ¿no recordamos la historia de Dédalo e Ícaro?
Una escuela de la vida que nos dé las competencias para remontar altos vuelos, para pensar por cuenta propia (más allá del conflicto de interpretaciones de imágenes del mundo).Ejercer la imaginación y la razón al unísono.
Tener una interpretación propia y crítica. Una escuela de la vida libertaria: sin discípulos ni gurús.
El símbolo del ángel es femenino porque es procreador y contenedor de creatividad: Productor de escritura libertaria.
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