Estuve a medio pelo de quedarme sin pedalear. En una ciudad desconocida, repleta de rostros tan amigables como extraños, era de esperarse que me costara trabajo conseguir una bicicleta prestada. Eso, aunado a mi ingenuidad e impericia me llevaron a estar a punto de soltarme a llorar mientras todos se encaminaban al paseo ciclista jalisciense. Fue el Segundo Congreso de Ciclismo Urbano el motivo que me hizo encaminarme a Guadalajara una madrugada de viernes al salir de trabajar.
Si los ángeles se mueven entre nosotros, no cabe duda que andan en bici. Así fue su llegada: magistral por inesperada, feliz por pertinente y oportuna, boyante por espontánea. Con todo y que apenas lo conozco, puso frente a mí una bicicleta que a mis ojos se hizo rara, porque nunca me había subido a un artefacto que no tuviera los frenos en el volante y porque soy neófita en los menesteres bicicleteros.
Pero estaba ahí; dispuesta para que le diera vuelo a mi ímpetu de libertad, a mis ansias de camino… a mi exploración ciclista en calles ajenas. Miguel se quedó sin bicicleta porque no tuvimos la precaución de registrarnos con anterioridad y lo mío fue un prodigio de visitante con buena suerte: no cabe duda que lo mío son las coincidencias dichosas.
Salimos a la velocidad que nos confieren nuestras piernas a lo que creo que es el Andador Escorza. Ahí estaba la euforia, la emoción y la alegría de nuestras bicicletas bajo la suave penumbra de un cielo tapatío. Pero llegar hasta ahí fue un vértigo que nunca olvidaré, porque finalmente no he dejado de aprender a andar en bici.
Para empezar, tuve que seguir a otros ciclistas más aguzados entre una Avenida Juárez repleta de autos y dominando los frenos en una bicicleta insospechada. Al llegar al primer semáforo sentí que el corazón se me salía del pecho: casi me llevo a un limpiaparabrisas de crucero. Luego siguió el inconveniente del peso y que no podía acomodar los pedales como lo hago siempre en mi Benotto de montaña.
Pero Darinka Rodríguez no anda en bicicleta por una casualidad. Fueron mi terquedad y mis ganas las que me llevaron a aprender a guardar el equilibrio en una bici a los veintiún años y no antes; de manera que ninguna nimiedad de forma me habría de frenar en mi intento por recorrer Guadalajara en Bicicleta.
Yo no era la única vagabunda defeña perdida en un océano de locales, puesto que varios me contaron sus travesías desde diversas partes del país y del orbe, y todos coincidíamos en nuestro gusto casi religioso por las bicis.
Antes de salir comenzó la sinfonía de las bicicletas cuando al unísono sonaron los timbres… y comenzó la travesía crítica más venturosa, el Critical Mass; un grupo de empecinados ciclistas robándole trozos de calle a las despiadadas máquinas de combustión interna, ganándonos el respeto de los ociosos, estableciendo con un paseo que una calle sin bicicletas es como dormir sin soñar.
Llegamos a una plaza donde todos reunidos en ambiente triunfal levantaron en estandarte más portentoso del albedrío más desenfrenado. Ruedas arribas y el optimismo vociferaba independencia y desapego. Éramos la libertad en bicicleta clamando un espacio para andar.
Unas trescientas bicicletas nos aventuramos a las calles haciendo oídos sordos a los claxonazos, a las mentadas de madre y los insultos de los obtusos, cantando, riendo, soltando consignas de libertad a quien quisiera y a quien no, escucharlas.
Supongo que es una de las formas no sólo más visibles, sino más eficaces de hacerse notar en una sociedad empeñada en motorizarse en pos de un progreso banal, porque arrasa con todo cuanto nos ata a la tierra.
En el camino respiré la soltura de lo insospechado y me sentí tan cómoda aprendiendo a manejar otra bici: la pública, la de todos. Practiqué una nueva forma de frenar, descubrí un nuevo estilo de pedaleo y cultivé el arte de hacer amigos en un par de ruedas.
Esa noche, Guadalajara y sus miles de tapatíos no se bajaron de sus autos, pero vaya que supieron de nosotros.
***
Todas las noches, cuando salgo de trabajar, veo colgada una bicicleta fantasma en la lateral de Periférico en memoria de quien falleció en su bici. Es ésa una de las razones que hacen que los ciclistas nos juntemos y exijamos respeto, porque no se trata sólo de quién puede más, sino de coexistencia. Que ande en bici quien quiera, y en auto el que tenga más prisa, pereza o sea su único recurso. Pero, señores automovilistas: ya es hora de que nos otorguen nuestro lugar en las calles.
Bajo esa y otras premisas se llevó a cabo este congreso, con la experiencia de extranjeros más afortunados, combativos como nadie, con las historias de otras ruedas y otros caminos y con el deseo de montar al mundo en una bike.
Mi estadía en Guadalajara finalizó con el riguroso paseo dominical y una sonrisa de oreja a oreja por la ventura que me dejó en la memoria.
De regreso a mi ciudad, traje conmigo un compendio de entrevistas, fotografías, una lista teléfonos, algunas lecturas, muchas horas de ponencias que estudiar y una camiseta bicicletera.
***
Un año atrás, el Primer Congreso de Ciclismo Urbano pasó en mi Ciudad de México sin que supiera de su existencia, porque andaba pedaleando en la comodidad de mi colonia, tratando de darle equilibrio a mi bicicleta por vez primera. El Segundo que relato me supo a tortas ahogadas. El tercero se avizora donde los ángeles: Puebla. Ya me veo dando traspiés en otra bici prestada y luego yéndome a comer un mole poblano.
Y es que por más que quiera, sigo aprendiendo a andar en bici…
4 comentarios:
Está muy buena su crónica, doña Darinka! Hasta dan ganas de conseguirse una bicla y lanzarse por la ciudad a esperar que te despachurre un auto. En realidad es una pena que esta ciudad sea tan antibicicletera, con todo lo que serviría para el tráfico, la contaminación, el ejercicio, bla. Me emociona cuando hablas de bicicletas porque sé que detrás de eso hablas de cosas más tuyas. Saludos, beso en la frente, hasta pronto.
Hace muchos años que yo no monto una bicicleta. He tenido ganas pero no las suficientes, por lo visto.
Tu crónica es inspiradora; los ciclistas merecen respeto, como lo merecen los peatones también.
Tu soltura al andar en bicicleta, me recuerda a tu desfachatez y desparpajo para hablar...
Si, me encanta como narras tus viajes en bicicleta. Yo la ocupo en un pueblito, bastante más amigable con los ciclistas...
Me gusta tu blog, y va a mis favoritos. El ciclismo es una de mis pasiones :D
Saludos desde Argentina!
eze
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